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Francisco J. Fernández Cabanillas reflexiona sobre la problemática jurídica derivadas de la separación a propósito de la última huelga de controladores.
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Francisco J. Fernández Cabanillas.
Jurista y economista.
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Si “fagia” es comer o tragar y “crono” significa tiempo, podemos llamar cronófagos a los que se comen nuestro tiempo. Por ejemplo, los controladores aéreos de España que se han comido el tiempo de los viajeros o turistas en el puente de la Constitución, por el cierre del espacio aéreo.
Quién domina el espacio domina el tiempo. Quién tiene el control del espacio aéreo, los controladores, se han comido el tiempo del viajero volador. De hecho se han dado tal atracón de comer tiempo que parece que se van a atragantar. El vicepresidente primero y ministro del Interior ha afirmado que “los controladores sabían que iban a montarla” y por eso “no les puede salir gratis” el conflicto armado en puertas del puente de la Constitución. ¿De qué me suena a mí esto?
Los procesos de rupturas de pareja con niños son procesos espacio-temporales. El Juez reparte en su espacio del Juzgado, con el tiempo, el espacio y el tiempo del niño con cada uno de sus dos progenitores. Tradicionalmente, quién se queda con el espacio del niño (la casa) se queda con el tiempo del niño (el 90% del mismo). El otro progenitor, a la primera dificultad, estará con su niño en otro espacio ajeno, el “Punto de Encuentro”, que domina alguna asociación sin ánimo de lucro. O sea, sin ánimo, porque como dice el poeta Juan Peña: “Sólo hay dos clases de gente/ está el que quiere dinero/ y el que no sabe que quiere”.
Una madre de Mallorca estuvo viajando quincenalmente en vuelo desde Palma a Jerez para visitar a su niño en un Punto de Encuentro de Cádiz, cumpliendo su obligación por orden judicial. Cuando llegaba en taxi de Jerez a Cádiz no se encontraba con su niño porque el progenitor custodio no lo llevaba y/o llevándolo, no se le había inculcado el respeto y el cariño a su madre. El controlador del espacio del niño domina su tiempo e impide a esta madre ejercer su derecho a estar juntos esas pocas horas quincenales.
Para el Juez esta situación es un lío y, normalmente, sentado en el sillón de su espacio, el Juzgado, no hará a tiempo ejecutar sus resoluciones, sin que ello afecte en modo alguno de forma negativa a su bolsillo.
Este progenitor alienador que hace, con el tiempo, al niño común ajeno a su madre, es otro cronófago. Se come todo el tiempo del niño con su madre. Pasa el tiempo y el Juez competente pasa también, y pasa el espacio y el tiempo del Punto de Encuentro sin ánimo. La madre recurre resoluciones judiciales inútiles hasta la ruina.
¿Cuántos de estos cronófagos y cronófagas hay hoy en España? Muchos, varios miles; más que controladores aéreos. Entonces ¿por qué el Gobierno no ha decretado, en interés superior del menor, el estado de alarma por el colapso del servicio público administración de justicia de familia?
El progenitor excluido acabará recurriendo en amparo al Tribunal Constitucional. ¿Dónde hay más colapso en España: en el espacio aéreo o en el espacio de tránsito de recursos de amparo en el Tribunal Constitucional? Si se cierra el espacio aéreo español, el turista aun puede ir en barco, tren, autocar, automóvil, a caballo, o a pie, a su destino, es decir, no se vulnera su libertad de circulación; sin embargo, el cierre del espacio de tránsito de recursos de amparo en el Tribunal Constitucional, mediante la inadmisión, más o menos automática, del 99% de los mismos, vulnera todos los derechos fundamentales del ciudadano. Y si no hay tutela judicial efectiva, entonces, no hay estado de derecho en España.
En España los cronófagos y las cronófagas se comen “tu tiempo con el niño” crudo y no es alarmante. Para el gobierno es que no es, para el Juez es que no. El problema es, parafraseando a Borges, que “no se acaba con la cronofagia comiéndole el tiempo a los cronófagos”. Se acaba, comiéndoles el espacio… a tiempo.