Jesús conoció a Marisa por internet y mantuvieron relaciones sexuales esporádicas de fin de semana durante un par de meses y según cuenta él, ella le aseguró que utilizaba medidas anticonceptivas.
Y pasaron unos meses y Marisa le dijo a Jesús: ¡estoy embarazada!
No puede ser Marisa, me aseguraste siempre que tomabas anticonceptivos.
Desde ese mismo instante, Jesús le manifestó a Marisa su firme decisión de no ser padre y que había que resolver el problema. Marisa, ¡no te das cuenta que nuestra relación era únicamente sexual! Cada uno tenemos nuestra vida y además yo tengo una hija de una relación anterior a la que apenas puedo atender económicamente.
¡Será una decisión libre, exclusiva y unilateral tuya continuar con el embarazo! Y Jesús desapareció del mapa.
Pasaron los meses y nació Lucía.
El servicio común de notificaciones llamó a la puerta de la casa de Jesús y le entregó una copia de la demanda en la que Marisa le reclamaba la filiación paterna.
Ese mismo día Jesús se puso en contacto con su abogado y le comentó el tema: el embarazo no fue deseado, no hubo relación sentimental entre nosotros, ni noviazgo, ni convivencia, nos conocimos a través de una página de internet y nos vimos unos cuantos fines de semana en un hotel. Nada más.
Y, también nada menos. Porque fruto de esos encuentros vino al mundo Lucía.
Se dictó la Sentencia determinando la paternidad de Jesús después de haberse practicado la prueba biológica. A pesar de ello, Jesús se ha mantenido inamovible en su decisión de no ser parte de la vida de la niña, de modo que a día de hoy ni siquiera la conoce.
El procedimiento de adopción de medidas paterno filiales no se hizo esperar, y Marisa solicitó la custodia, la fijación de una pensión alimenticia y la exclusión de las funciones de la patria potestad al padre pues la determinación de la filiación se llevó a cabo con su oposición.
Jesús se opuso alegando que “carece de dolo o culpa”, que no pueden derivarse a él las consecuencias de la decisión unilateral de la madre de continuar con el embarazo.
El Juzgado estimó la demanda atribuyó la custodia de Lucía a la madre, privó al padre del ejercicio de la patria potestad, no fijó visitas y estableció a cargo de Jesús una pensión alimenticia de 175 euros más la mitad de los gastos extraordinarios.
Jesús apeló la Sentencia insistiendo en que el hijo era exclusivamente de la madre pues él desde que tuvo noticia del embarazo dejó claro que no debería seguir adelante, y si seguía sería una decisión exclusiva de la madre.
La Audiencia desestimó el recurso recordando que la realidad es que Jesús es el padre biológico de Lucía, con independencia de que sea cierta o no su versión de lo sucedido desde que conoció a la madre, versión que por otra parte no coincide totalmente con la de la madre. Y ser padre conlleva la obligación de alimentar a los hijos, precisando que esta obligación no es consecuencia de una responsabilidad por dolo o culpa en su actuación (reiterada e incesante durante unos fines de semana), sino que está obligado a prestar asistencia a su hija en cuanto que es su deber simplemente por el hecho de ser el padre de la menor, resultando que se trata de un deber legal. Tan es así, que el padre, “aunque no ostente la patria potestad”, está obligado a velar por su hija y a prestarle alimentos, así lo dispone imperativamente el art. 110 del Código Civil.
Como la cosa ya no tenía arreglo, Jesús intentó que no se fijase pensión alimenticia alguna por su falta de ingresos: tengo 54 años, resido con mi madre en su vivienda, soy titular de un saldo bancario negativo como único bien y patrimonio, y solo soy un perceptor de ayudas sociales lejos de ser un acaudalado y reconocido artista de la pintura. Pero esta triste realidad económica no impidió que el Tribunal le fijase el mínimo vital.
Si Marisa hubiese decidido interrumpir el embarazo no habría sido necesario el consentimiento de Jesús. Pero tampoco lo necesitaba para seguir con el embarazo, ni Jesús podía obligarle a interrumpirlo.
Cuando Jesús debió negarse a prestar su consentimiento fue cuando hizo la reserva del hotel, incluso tuvo otro momento posterior para negarse antes de abrir la puerta de la habitación, y tuvo otra oportunidad cuando se acostaron, y otra más cuando decidió tener relaciones sexuales sin poner él los medios anticonceptivos. La vida estaba llena de oportunidades, pero no aprovechó ninguna, y claro, luego ya era tarde.