Cada día hay más demanda de tatuadores. Tatuarse está de moda. Y a Carlos le gustaban mucho. Y se decidió por un curso intensivo de tatuaje. Al poco tiempo estaba tan contento haciendo tatuajes y cobrando al mismo tiempo la pensión alimenticia que, a pesar de ser mayor de edad, le pagaba su padre, al que por cierto no le gustaban los tatuajes.
Y como la obra del artista hay que exhibirla, que mejor que subir los tatuajes que hacía a Facebook, y ese fue su error.
Un amigo del padre le informó del tema de los tatuajes, y ya se intuye lo que iba a pasar: visita a Facebook, descarga de imágenes y demanda de modificación de medidas para pedir la extinción de la pensión alimenticia.
La madre, frente a la que el padre dirigió la demanda, negó que el hijo cobrase por hacer los tatuajes. La explicación fue simple: a toda la familia le gustan los tatuajes, y por eso su hijo hizo el curso de tatuajes y sólo ha tatuado a algunos de sus amigos. Además, aquí está el certificado de la Tesorería de la Seguridad Social que acredita que no esta dado de alta.
Sin embargo, al Juez le debieron de gustar tanto los tattoo que hacía Carlos que vio en ellos a un artista y un futuro profesional muy prometedor, así que consideró que el hijo estaba capacitado para ejercer la profesión de tatuador, lo que le permitiría obtener ingresos con los que atender a sus propia necesidades y por fin, darse de alta en la Seguridad Social.
Menos mal que el hijo se hizo tatuador después de la crisis de sus padres, porque si es antes, el brazo del padre hubiese sido objeto de uno de los primeros trabajos del artista para inmortalizar en él el nombre de la madre, y además dentro de un corazón estilo Melanie Griffith que, por cierto, ahora anda buscando quien se lo pueda quitar.
Si es que no hay mal que por bien no venga. El divorcio salvó al padre de ser tatuado. Y el tatuaje le ha salvado de seguir pagando la pensión. Las paradojas de la vida.
De todas maneras conviene advertir que esto es un caso aislado, no vaya a ser que a más de un padre le de por comprarle un kit de tatuador a ese hijo mayor que se resiste a incorporarse al mundo laboral.