Están a la orden del día las estafas online conocidas como phishing donde los ciberdelincuentes se hacen pasar por entidades legítimas (como bancos o empresas) para engañar a las personas y robar información confidencial como contraseñas, datos bancarios o información personal. Estos ataques suelen utilizar correos electrónicos, mensajes de texto, llamadas telefónicas o sitios web fraudulentos para lograr su objetivo.
Pero existen también otras clases de phishing en las que el ciberdelincuente entrega todo su amor para luego estafar a la persona que busca afectos en internet, lo que denomina romance scams.
Hoy día, los medios electrónicos permiten combatir la soledad. No es necesario salir de casa para poder relacionarse con personas, y de toda relación pueden surgir sentimientos de afecto que podrían finalizar en una relación de pareja.
Eso pensó Manuel, un gallego de 66 años que vivía en A Coruña, con una discapacidad que le obligaba a estar en una silla de ruedas y que decidió poner un anuncio en la sección de contactos de un periódico digital reseñado ser una persona cariñosa, honrada y sensible y que necesitaba compañía, dejando su número de teléfono por si alguna mujer estuviera interesada en una relación estable de pareja.
Al día siguiente, María, de 44 años, de nacionalidad rumana y vecina de Leganés, contactó con Manuel a través de su teléfono y email, y le hizo creer que aceptaba la propuesta y que pensaba trasladarse a A Coruña para convivir y casarse.
Las conversaciones frecuentes por vía telefónica o WhatsApp hicieron creer a Manuel que había encontrado a la mujer ideal para compartir el resto de su vida.
Pero el viaje a A Coruña nunca llegó a producirse porque María ponían siempre innumerables excusas: la necesidad de solventar irreales cuestiones como la reparación de la casa de sus padres en Rumanía, un ictus sufrido por su madre, un accidente del padre y la perentoriedad de su ingreso en hospital privado o problemas con el coche.
El enamoramiento de Manuel iba in crescendo y hasta en tres ocasiones María le habló de contraer matrimonio.
Como sucede con todo enamorado, a María no le debía faltar de nada, y Manuel le hizo numerosas transferencias de dinero para que solucionase sus problemas que ascendieron a un total de 71.900 euros. Se quedó sin ahorros y además pidió préstamos.
Pero cuando Manuel ya no pudo hacer más transferencia, María desapareció.
Un mes después, María volvió a aparecer y le pidió 15.000 euros para comprar unas inyecciones en USA para curar un bulto en la cabeza. Pero ya no hubo más transferencias.
Manuel interpuso la oportuna denuncia y María fue localizada y condenada como autora responsable de un delito agravado de estafa a la pena de prisión de dos años y seis meses, accesoria de inhabilitación de sufragio pasivo durante la condena, multa de ocho meses a cuota diaria de ocho euros (total:1.920€) con un día más de prisión por cada 16 euros impagados, al abono de las costas procesales y a que indemnice a Manuel en 71.900 euros con los intereses legales moratorios y en la cantidad que se pueda fijar en ejecución de sentencia por eventuales gastos satisfechos por los préstamos contratados.
En su recurso María alegó que nunca había engañado a Manuel, ya que siempre se presentó con su verdadero nombre y con un teléfono y email verificable, y alegó la desidia de Manuel y su poca atención en el manejo de sus fondos. El Tribunal Superior de Justicia de Galicia desestimó su recurso.
María provocó que a la dependencia física de Manuel se uniera la dependencia emocional y de esto se valió para estafarlo, en el amor y en lo económico.