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Aquí estamos los Abogados de Familia, los juristas del corazón, dando forma jurídica a las consecuencias del desamor, forjando los mimbres de esas vidas que comienzan de nuevo, a veces con las ilusiones perdidas, otras ya renovadas, con ganas de comerse el mundo.
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María Dolores Azaustre Garrido.
Abogada. Córdoba.
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Cuántos pañuelos arrugaditos y desmenuzados vemos secar esas tímidas lágrimas que se resisten, pero que al final salpican nuestros expedientes. Cuántos ojos vidriosos y empapados que claman nuestra ayuda a gritos. Ya lo decía Lope de Vega: “No se yo que haya en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas”. ¡Hay, el amor!. ¡Hay, el desamor!. Y es que, hablar de custodia, pensiones o vivienda, con un gran dolor en el alma, lo hace todo aún más complicado.
Y ahí estamos nosotros, los Abogados de Familia, los juristas del corazón, dando forma jurídica a las consecuencias del desamor. Forjando los mimbres de esas vidas que comienzan de nuevo, a veces con las ilusiones perdidas, otras ya renovadas, con ganas de comerse el mundo.
Se va el 2.013. ¡Cuanto he aprendido!. Tenemos la suerte de conocer muy de cerca los sentimientos de todos quienes se han sentado en esos confortables, pero sordomudos “confidentes”. Nos desnudan el alma, sus inquietudes, rencores, venganzas, también sus bondades, sus miedos, sueños e ilusiones. Nos contagian de tal manera que a veces nos creemos sus salvadores. De ahí nuestros desvelos, el ímpetu con el que defendemos nuestros intereses, nuestra pasión por el Derecho de Familia, y es que, los emocionales, somos así y no tenemos remedio.
A todos mis compañeros del alma, que tantos momentos compartimos. Que si setenta euros arriba o abajo, que si la compartida o la exclusiva, una noche de pernocta más o menos, esos cientos de correos intercalando colores con los cambios de unos y otros. Y cuando nos entogamos enérgicos en Sala dejándonos la piel en cada juicio porque defendemos cuestiones metajurídicas. Por todos esos momentos, de fatigas, retos y satisfacción, merece mucho la pena nuestro día a día.
Se nos va este año, y lo dedico a la sensibilidad de todos los que habéis compartido momentos conmigo y me habéis hecho aprender tanto, y tanto de la vida. Cantando por Karina, os deseo a todos, que se abra un mundo nuevo y feliz, dejando atrás el baúl de los recuerdos para recibir como se merecen esas flechas del amor, pues Cupido viene y va. Y recitando con el entrañable maestro Machado: Caminante, no hay camino se hace camino al andar, caminante son tus huellas el camino y nada más; al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, sino estelas en la mar.
Mi recuerdo también, el más bonito del mundo, para quien seguro estará esbozando una sonrisa desde arriba, porque aunque el destino se lo llevó, permanece vivo, muy vivo, en mi corazón.
!Adiós 2013!