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La abogada María Pérez Galván recuerda que las funciones de padres hay que celebrarlas y ejercerlas día a día y que esa carrera nunca tiene fin.
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María Pérez Galván.
Abogada. Sevilla.
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Llama la atención como, cada vez con más frecuencia, se celebra el “día de” o el “día contra”, para conmemorar lo que sería deseable recordáramos cada día del año y cada día de nuestras vidas. Así, el día diecinueve de marzo lo dedicamos al día del padre, el primer domingo de mayo al de la madre, cuando esas funciones tan bonitas y gratificantes y tan difíciles y complicadas, las debemos ejercer y celebrar día a día, tomando como cada uno el mejor que el anterior y el venidero aquel en el que podremos vencer y superar las adversidades y seguir aprendiendo esa carrera que nunca tiene fin, y de la que no te licencias, pero que finalmente es nuestro mejor legado.
No nos enseñan a ser padres, como tampoco nos enseñan a divorciarnos, si bien cada vez es más frecuente que recurramos a buenos profesionales especializados que nos asesoren ante la aventura que abordamos con el divorcio. En muchas ocasiones, cuando el cliente viene al despacho del Abogado para encomendarnos su caso, se coloca como víctima, sin alcanzar a comprender en esa fase que las verdaderas víctimas de un mal divorcio son los hijos cuando los padres no lo abordan con sensatez y sentido común, como igualmente vienen siendo las víctimas de una mala relación en la convivencia de sus padres.
Los Abogados de Familia tenemos mucho que trabajar en esos primeros momentos a fin de pacificar el conflicto, proponer fórmulas de acuerdos razonables y velar por el futuro de esa familia que, circunstancialmente se rompe, pero que debe seguir unida en todo lo relativo a esos hijos, que van a necesitar de un padre y de una madre, tanto o más que antes. Para eso, además de tener un interlocutor competente, se hace necesario en ocasiones, el trabajo de Psicólogos y Mediadores que ayuden a ese padre y a esa madre, a evitar el daño que pueden producirles a los hijos la mala ruptura de la pareja.
Si los padres resuelven bien el divorcio y superan el conflicto emocional, los hijos van a vivir su futuro de una manera natural, van a seguir teniendo un padre y una madre con toda la familia extensa de cada uno y los amigos de ambos, sin verse sometidos a presiones ni conflictos de lealtades que tanto les hacen sufrir y confunden. Si cada progenitor asume el papel que le corresponde, ese tan fácil o difícil según lo queramos hacer y nos recordamos que somos corresponsables de nuestros hijos, estos van a ganar, y con el divorcio de sus padres suman.
Estamos viendo ya los resultados de parejas que se han divorciado tras la reforma de la Ley que regula la denominada guarda y custodia compartida, y con gran satisfacción comprobamos como esos niños siguen estando, relacionándose y conviviendo con su padre y con su madre, con todo lo que ello significa y como, ese padre y esa madre, lejos de los roles del siglo pasado, ejercen la responsabilidad que ello conlleva, valorando cada uno el trabajo y la aportación del otro, y los hijos la de ambos progenitores, a los que tratan y perciben en plano de igualdad, esa tan deseada y que a la que tanto nos cuesta llegar.
No hay dos familias iguales, y cada una necesita un trabajo a medida cuando aborda la ruptura, pero si se cierra bien el acuerdo, perdurará y no habrá que judicializarla con constantes denuncias y agresiones que tanto daño hacen, tanto desgastan y que, desgraciadamente, tantas secuelas irreversibles dejan atrás.