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Todos los años por estas fechas es habitual ver en los periódicos titulares que indican que después del verano se dispara el número de divorcios. Pero este año, hay quienes piensan que los titulares pueden ser distintos, ya que existe un nuevo motivo de preocupación para quien se cuestione divorciarse: la crisis económica.
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M.ª Dolores Azaustre Garrido.
Abogada. Córdoba.
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Todos los años por estas fechas es habitual ver en los periódicos titulares que indican que después del verano se dispara el número de divorcios. Algunos lo achacan a que la pareja pasa más tiempo junta y es cuando se dan cuenta de que no se aguantan. Otros, los más filosóficos, lo atribuyen a que el tiempo de descanso invita a la reflexión, y cuando hay tiempo para pensar es cuando surgen los grandes interrogantes sobre nuestra existencia y la ansiada búsqueda de la felicidad humana: “estoy harto/a de trabajar, y para qué?. No tengo ilusión … ¿hacia dónde voy?, el tiempo pasa y ¿qué estoy haciendo con mi vida?”. Para los materialistas y egocéntricos, la situación se agrava aún más cuando, en esos días ociosos, hay tiempo para observar los superhéroes que nos venden en esta sociedad del bienestar en la que vivimos: hombres y mujeres perfectos, que sólo tienen triunfos, se enamoran apasionadamente y aparentan estar viviendo siempre una eterna juventud. Frente a ellos, los más idealistas y solidarios, sueñan con todo lo que podían haber hecho por un mundo mejor y que, por culpa de la rutina y la hipoteca, se encuentran esclavos de una forma de vida que detestan. El caso es que con la rutina y las obligaciones del día a día, hay menos tiempo para cuestionamientos existenciales y son las vacaciones las que, por unos u otros motivos, abren la “caja de Pandora” y confieren la fuerza necesaria para tomar la decisión de divorciarse.
Pero este año, hay quienes piensan que los titulares pueden ser distintos, ya que existe un nuevo motivo de preocupación para quien se cuestione divorciarse: la crisis económica. Por primera vez desde que se aprobó la ley del divorcio, se ha producido un descenso en el número de divorcios que algunos atribuyen a la subida del euríbor. En efecto, se ha publicado una reciente estadística que indica un descenso de los divorcios en más de un 30% como consecuencia de la crisis económica. Todos hemos escuchado en estos días frases como: “la hipoteca une”, “la crisis económica anima a las parejas a darse una segunda oportunidad” … Sería fantástico haber encontrado una fórmula contra el desamor y las rupturas matrimoniales, pero desgraciadamente esto no es así: ni la hipoteca une a ninguna pareja, ni motiva a nadie a dar una “segunda oportunidad”, sino todo lo contrario. Por norma general, cuando hay problemas económicos nos volvemos más irascibles y malhumorados, la convivencia se torna más difícil y en el peor de los casos, insoportable. De hecho, existen estudios que indican que, en países como Argentina, el ambiente de miedo y malestar ante las cíclicas crisis económicas se traduce en que en dichos periodos se duplican las infidelidades y las rupturas matrimoniales.
¿Disminuirán los divorcios por la crisis económica o se volverán a disparar tras el verano?. El resultado está por ver, y lo veremos a la vuelta de las vacaciones. Mientras tanto, lo que sí podemos afirmar es que la crisis está teniendo efectos en la resolución de los procedimientos de divorcio. En las negociaciones de los Convenios de mutuo acuerdo, las tensiones para fijar la cuantía de las pensiones está siendo ahora mayor, pues todos temen no poder llegar a fin de mes: el nivel de gasto se ha incrementado y hay que hacer muchos números para procurar que con un mismo sueldo se pueda garantizar el mantenimiento de una vida digna para los dos nuevos núcleos familiares que surgen tras el divorcio. La reciente subida del 5,6% de media en la tarifa eléctrica, afecta a todos – tanto al que se queda en la vivienda familiar, como al que tiene que vivir de alquiler-, lo mismo ocurre con el encarecimiento de los productos básicos de alimentación, del combustible, y así un suma y sigue. Otro problema surge en relación a la vivienda familiar: lo habitual es que el uso de la vivienda familiar se otorgue a los hijos y al progenitor custodio, pero hay ocasiones en que, por la vía del consenso, los cónyuges deciden venderla, ya que son conscientes de que tras el divorcio, es equitativo liquidar el patrimonio común para que cada uno pueda sufragar los gastos de una nueva vivienda. Sin embargo, con la crisis inmobiliaria, no hay quien venda un piso, por lo que han de seguir pagando la hipoteca y en los Convenios estamos introduciendo nuevas cláusulas que prevean la regulación de esa situación transitoria hasta que se produzca la efectiva venta.
En fin, que como decía Quevedo, “Poderoso caballero es don dinero”, y habrá veces en que puede que tenga algo de cierto eso de que la hipoteca une, pero sería como mantener un matrimonio por “estado de necesidad”. Tendría además la lógica consecuencia de que si algún día vinieran tiempos de pujanza en la economía española, se nos llenarían los despachos de demandas de todos aquellos que por interés económico vivieron resignados. No obstante, pienso que somos muchos los que todavía priorizamos los valores y coherencia del ser humano sobre el dinero.